Por equipo del Laboratorio de producción y reflexión periodística
¿Cómo fue tu formación como crítico?
No tengo formación como crítico, ni creo que la mayoría de los que ejercemos la crítica la tengan. Estudié periodismo en la Universidad del Salvador porque en aquél momento no había universidades públicas donde estudiar esta carrera. Estoy hablando de la década del ´80, en plena dictadura. No terminé esta carrera tampoco porque me enojé, me faltaba menos de un año y me fui. Estudié también magisterio en el profesorado. Soy maestro y ejercí la docencia al tiempo que trabajaba como periodista en algunos programas bien bizarros junto a Cacho Fontana. Tuve experiencias raras, y entre vueltas y vueltas, trabajé también en la oficina de prensa del Teatro San Martín y la verdad que todo eso fue interesante como formación. Ver y ver teatro también te forma. Después empecé a laburar en La Maga, una revista cultural, también en el Canal América y en Canal a. Tuve una formación más de periodista y lo teatral se fue dando sin que yo lo haya buscado.
¿Cómo es cubrir este Festival y cómo se elige qué ver cuando hay tanta oferta?
Es un poco caótico. Tengo la suerte de trabajar en una redacción donde somos unos cuántos y eso posibilita abrir el juego para que varios estemos cubriendo este festival. Después, es meterse en el caos como ocurre con cualquier evento de este estilo. Voy una hora a la redacción, y veo “el blanco”, y de repente te entra una crítica chiquita. Ahí sucede que lo que habías previsto se va a la mierda porque no tenés suficiente espacio para escribir. Blanco es el espacio que te queda de la hoja, sacando la publicidad. Esto es así para todas las áreas del diario. Cuando te dan el blanco es el momento en que sabés si vas a poder escribir varias notas o una chiquita, si te vas a poder extender o no.
¿En este festival en relación a ediciones anteriores te dieron más blanco o menos para escribir?
En otras ediciones del FIBA había más blancos, había una necesidad editorial más grande de cobertura, sea porque el festival llamaba más la atención, sea por una cantidad de motivos que a uno se le escapan. Lo que sí, este año estamos cumpliendo la base: se cubren todos los espectáculos internacionales y los espectáculos del interior también tienen crítica. Antes se podía hacer una crítica tradicional más extensa, ahora estamos escribiendo 1200 caracteres, lo que representa para nosotros una “no crítica”, sino un balbuceo inconcluso. En el FIBA de hace dos años, podías escribir críticas “normalitas”, de 2000 a 4000 caracteres, dependiendo del blanco. Tener que poner un excelente en una crítica de 1200 caracteres es un dolor muy grande. Estamos teniendo menos cobertura a medida que pasan los años y esto es algo que ocurre en todos los diarios. Pero cumplimos esa base de que todos los espectáculos internacionales tienen que tener crítica para que la gente sepa que hay entradas y para que alguien tenga la posibilidad de ir. Y lo mismo con los espectáculos del interior. Los de Buenos Aires, en cambio, ya han sido criticados a lo largo del año. También se realizan algunas notas previas de los espectáculos.
¿Cómo te manejas al momento de criticar?
Manejar no lo manejo, porque hay una cantidad de información que realmente te excede. De hecho pasa que publicás algo y un lector escribe punteándote y vos decís: “claro, tenía razón”. Se te pueden pasar infinidad de cosas que la verdad no manejás. Lo que sí intento es tener en cuenta determinados patrones como: voy a ver un espectáculo de San Miguel de Tucumán, y tal vez no me gustó pero tengo en cuenta de dónde vienen, las condiciones de producción, cual es la idea del teatro de Tucumán hoy, etc.