Primer certamen de jóvenes críticos en el Festival Internacional de Buenos Aires

sábado, 10 de octubre de 2009

Cuando la soledad es la única compañía


Por Verónica Belén Caminos

Era de día en la Patchagonia, cuando el público se sentó a ver el espectáculo. Tres músicos, cuatro bailarines (tres hombres, una mujer), fueron suficientes para sumarse, entrelazarse y dar como resultado la historia triste de unas personas que viven, básicamente, en el desierto, con tan sólo la compañía de un árbol, y de su propia desesperación.
Lisi Estaras, una argentina radicada en Bélgica, dirigió esta obra, sin haber conocido nunca la Patagonia (es una de las cosas que llaman mucho la atención del espectador), pero no copiándola, sino inspirándose en ella, y en toda la historia -en su mayoría trágica- que este remoto lugar del tiene, a saber, la violencia de la Conquista del desierto o el periodo de la Patagonia Sangrienta.
Cada personaje tiene características propias, pero todos tienen algo en común: esa pulsión de seguir adelante, de abandonar esa tierra desolada, mirando el horizonte, pero ¿a qué dirección deberían seguir? La incertidumbre de no tener una respuesta, los obliga a permanecer en ese solitario lugar, presos de su locura, de la que logran escapar a través de la música y de las melodías típicas de Argentina interpretadas por un contrabajo, un violín y una guitarra. Y en ese espacio desolado, la música y la danza son la única diversión, además de la expectativa de adivinar qué rumbo seguir, de imitar uno los movimientos del otro y repetirlos una y otra vez. Cada cual, cuenta su historia, sin necesidad de hacerlo con palabras, ya que los movimientos de sus cuerpos son más que suficientes.

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